En el bosque, los caballos no siempre improvisan, a veces abren rutas nuevas sorteando obstáculos y otras veces siguen senderos ya trazados por jabalíes u otros animales, porque intuyen que por allí es posible avanzar, resguardarse o huir si es necesario. No eligen desde la prisa ni desde la mente, eligen desde el cuerpo, desde una brújula visceral que lee el entorno más allá de lo visible.
Durante las formaciones Aura, nuestr@s alumn@s viven algo muy parecido.
Llegan con ganas de aprender sí, y también con dudas, viejas heridas, miedos … Y en este proceso de autoconocimiento profundo, hay un momento clave: dejar de seguir caminos ajenos y empezar a abrir el suyo propio.
El caballo como espejo de lo que aún no vemos
Los caballos no nos enseñan técnicas, nos muestran algo mucho más esencial: cómo estar presentes, cómo habitar el cuerpo, cómo afinar la escucha, o cómo leer lo invisible.
En las prácticas, cuando una alumna se acerca con una máscara que simboliza su emoción frente a su proyecto, ya sea miedo, vergüenza, exigencia, ilusión contenida, el caballo no reacciona al personaje, si no a la energía que hay detrás. Y eso lo cambia todo.
A veces, la máscara es la coraza que protege una herida profunda, otras, una idea fija que nos desconecta del cuerpo. En contacto con el caballo, esas capas se hacen visibles… y entonces podemos empezar a transformarlas, no desde la teoría, sino desde la experiencia, ya que el cuerpo recuerda lo que la mente intenta olvidar. Y así, como hacen ellos en el bosque, empezamos a reconocer qué caminos resuenan con nuestra verdad y cuáles hemos transitado por costumbre o miedo.
Abrir camino desde los tres centros
Las formaciones fusionan los tres centros de inteligencia:
- El mental, desde donde tomamos consciencia del diálogo interno y las creencias que nos limitan.
- El emocional, que nos conecta con las heridas invisibles, los miedos no nombrados, las fuerzas que nos paralizan.
- El visceral o corporal, que revela la postura con la que habitamos el mundo y nos permite comprender el mensaje de nuestra comunicación.
Todo esto es leído y sostenido también desde el eneagrama, que nos ofrece un mapa de nuestro patrón vital, del personaje que nos protege… y también nos limita.
Y en ese tránsito, como sucede en el bosque, algo se abre, no de golpe, no con una gran revelación, sino paso a paso, con cada práctica, cada emoción liberada y cada silencio compartido.
El camino que deja huella
L@s alumn@s que se forman en Aura no solo aprenden a acompañar, si no a acompañar desde la libertad, la presencia y la conexión con su verdad.
Y es que acompañar desde un lugar que no ha sido transitado internamente… no es acompañar, es repetir fórmulas.
En cambio, cuando has vivido en tu cuerpo ese bosque, cuando has abierto camino con tus propias pisadas, entonces puedes sostener con verdadera presencia a quien llega en busca del suyo.
Como los caballos, no necesitas tener todas las respuestas, solo estar, sentir y elegir el siguiente paso con honestidad.
Ese es el camino que abre Aura. Ese es el camino que tú también puedes empezar a transitar.