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Como profesional del acompañamiento, te dedicas a acompañar a otros en sus procesos de vida. Ofreces herramientas, escuchas, y buscas la mejor manera de acompañar. Aunque… ¿con qué frecuencia te detienes a considerar el filtro a través del cual estás percibiendo a tu cliente/paciente?

Ese filtro es tu historia, tus heridas y tus miedos, y cuando esos elementos no son conscientes, se convierten en proyecciones, interfiriendo en el proceso.

El riesgo invisible: Cuando tu historia guía la sesión

Una proyección es un mecanismo psicológico por el cual transferimos nuestras propias cualidades, sentimientos o deseos inconscientes a otra persona. Es ver en el cliente/paciente lo que en realidad es nuestro. Por ejemplo, si tienes una herida de injusticia no resuelta, es posible que sin darte cuenta te sobre-impliques en los casos de tus clientes que percibas como «injustos». Te enfocas más en la solución, en tener la razón o en la necesidad de «salvar» a esa persona, en lugar de permitir que el proceso siga su curso natural.

Este riesgo, a menudo invisible, puede llevar a:

Falta de objetividad: No ves el problema real del cliente, sino tu propia versión del mismo.

Interferencia: Tus juicios y necesidades se interponen en el camino, dirigiendo la sesión hacia donde tú crees que debe ir, no hacia donde el cliente necesita.

Sobrecarga y burnout: Asumes el peso del cliente, agotándote emocional y físicamente.

La clave para un acompañamiento libre: La Presencia Consciente

La solución no es «dejar de sentir», sino desarrollar la presencia consciente. La presencia consciente es el estado de estar totalmente conectado con el momento presente, con una apertura y una curiosidad que te permiten observar tu propia experiencia (tus pensamientos, tus emociones, tus reacciones) sin juicio.

Cuando practicas la presencia consciente:

  • Te vuelves capaz de diferenciar lo que es tuyo de lo que es de tu cliente.
  • Creas un espacio seguro, neutral y libre de tus propias cargas.
  • Te conviertes en un canal, no en un filtro, para el proceso de la otra persona.

Desarrollar esta habilidad es crucial, y la ciencia lo respalda. Investigaciones en el campo de la psicología clínica y la terapia han demostrado que la práctica de la atención plena (mindfulness), es un componente clave de la presencia consciente, no solo reduce el estrés del terapeuta, sino que también mejora la empatía, la conexión y la calidad del vínculo terapéutico. Por ejemplo, un estudio publicado en el Journal of Consulting and ClinicalPsychology encontró que los terapeutas que practican mindfulness son más efectivos en la relación con sus clientes.

Liberarte de las proyecciones no es un lujo, es una responsabilidad profesional, es el primer paso para dejar de interferir en la vida de tus clientes y para empezar a acompañar su proceso con la libertad, la claridad y el poder que se merecen.

¿Estás listo/a para dejar atrás tus filtros y abrazar la presencia consciente en tu práctica?

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